miércoles, 12 de mayo de 2010

A susurros

A susurros entran en su cuarto.
“Me gustas”.
A susurros la desnuda.
La besa. La mira.

“Sólo quiero saciar mi curiosidad”.

En penumbra se miran.
Él la acaricia.
Su tacto le hace prenderse, como una cerilla.

“No voy a follarte”.

La tumba sin protocolos.
Él desnudo.
Ella agua.

La besa a bocados, a bocanadas llenas, la esnifa.

“Pero quiero, y quiero hacerte daño”, a susurros.
La embiste sin entrar en ella.
Le abre las piernas y ella es pólvora.
“Mírame, así lo haría… lento pero rompiéndote en dos”.
A susurros la araña, la huele a centelladas.
Su sexo galantea con su coño y ella:
A susurros.

No, no me abras, no me agarres, no me beses.
A saliva.
No, no me mientas, no me mires, no me sientas.
A embestidas.
No, no me toques, no me arañes, no me penetres.
A ciegas.
No, no me acaricies, no me huelas, no me desees.
A medias.

Gime. Ella gime.
Por todos los verbos pluscuamperfectos.

Él se corre sobre ella.
A susurros.
Sobre ella.


Lo más suave, sus susurros.


lunes, 10 de mayo de 2010

Un beso, una lluvia, un tsunami


Tengo sueño. Me he despertado, por la mañana, cual fruto maduro al escuchar un “… y media, ¿no es tarde?”. En ese mismo instante un hombre de unos 45 años, con una calvicie considerable y un traje barato, miraba a una silla vacía. Me he dormido.


[Foto 1: Sábanas de colores rizadas entre unos muslos. El sol entra a flecos por tres rendijas de persiana. Una mujer joven duerme sobre la cama con pantalón medio bajado, a la altura de la cadera. Su mano, dentro de éste.


Foto 2, dominante roja: Mesa de nogal bautizada con papeles. No hay cenicero, ni colillas. Paquete de galletas. Botella de agua de cristal azul. Un caracol con guitarra canta sobre un marco de foto.


Foto 3, sepia, primer plano: Mirada femenina lánguida. Piel bruñida, sonrisa de medio lado.]


Me he dormido. Soñaba con lluvia que me calaba obscenamente los poros. Soñaba con avestruces que me llevaban a hombros, con capas improvisadas de celofán y con tsunamis que nacían en mis labios. “Bésame —le decía—, es sólo que tengo frío”. Y metiéndose debajo de la capa con la que me cubría de la tormenta, se metió debajo de mí, hecha lluvia; debajo de mi falda, hecha agua; debajo de mi piel, de mis charcos,… Mientras despertaba una marea en mi lengua. “Sólo porque tienes frío”—me decía. Y su lengua abocetaba mis labios a rotring de 0,2. Sentía su saliva filtrándose por mi cuerpo, como en una gruta. No me gustaba su sabor, pero lo sentía. Tibiamente me iba llenando de él y mi cuerpo se templaba. Le inspiraba… y me expiraba. Y mi lengua hacía volteretas con la suya mientras…

No ha sonado el despertador –o sí, no lo sé–. Me he levantado corriendo para convertirme en presentable cual presentación de power point. A saber: texto justificado, imágenes de apoyo, guiones entre párrafos y ¡listo!

Me he levantado y no había nadie en mi cama. Tampoco en el taxi que me llevaba —tarde— a mi destino. Pero con sueño, mucho sueño, con un sentimiento de culpabilidad palpable por mi falta de profesionalidad y con mil asuntos que resolver en un día empezado una hora tarde iba sonriendo, sin horizonte.

Buenos días.

Me he dormido.