martes, 21 de diciembre de 2010

Crónica de mi ceguera


Son las 4 de la tarde. Todas las persianas permanecen aún bajadas en una especie de sueño obligado, ahogado en lentitud y aparente silencio. Permanezco tumbada en la cama, desnuda. Me he duchado con agua hirviendo lavando cada parte de mi cuerpo como si quisiera con ello lograr mi virginidad para ti. Suena el telefonillo y me levanto despacio. Cada una de las vertebras de mis cervicales, lumbares, dorsales se va desanudando y flirteo con mi sombra que cada vez se va haciendo más y más grande. Llego a la puerta y abro. Huelga cualquier nombre o frase del tipo “soy yo”. Abro, abro la puerta y con ello yo misma. Te espero en la puerta así, abierta y desnuda. A sabiendas provoco mi vulnerabilidad: tú, vestido y yo, piel errante. A sabiendas provoco mi excitación. 


Entras en ese sueño de persianas y en el mío al cerrar la puerta. Me contemplas. Disfruto percibiendo cómo me recorres con la vista y el vértigo de tus pupilas descendiendo por mi piel que se va alejando, poco a poco, rumbo a mi habitación. Me sigues. Has esquematizado en mis formas la ruta de tu deseo: pecho, labios, coño. Y yo siento la necesidad de follarte con la boca de un modo tan sucio y lascivo como tierno e irreal. “Cierra mis ojos y tendrás mi piel”. Te pido que me vendes los ojos, te pido que me los castres, que me ciegues. Te pido convertirme sólo en olfato y tacto. Te pido un rapto, te suplico un secuestro, te ruego un sueño. 


Tapas mis ojos con tu corbata que anudas desde mi espalda. Silencio. El silencio es sólo una apariencia. Siento cómo toneladas métricas de vigor masculino crecen pegadas a mi culo. Huelo una mezcla entre aliento y sexo, dominación y miedo. Te siento y te huelo a ti. A tientas te acerco a la cama, te hago sentarte. Paladeo tu cuerpo con mis manos bocetando tu cuello pluscuamperfecto. Tu torso templa mis manos, tu olor me besa la barbilla. Pero quiero estar a tus pies. De rodillas buceo por tus muslos con mis manos y mi boca. Huelo tu polla, próxima, y exhalo el aroma con tanta intensidad como si fuera la única posibilidad de fundirme contigo. Torpemente empiezo a bajar tu cremallera del pantalón con mis labios. El sonido marca la métrica de cada centímetro de tu sexo y mi coño se convierte en un triángulo equilátero con el descenso. Termino de bajarte los pantalones sin que mi cara se separe de la visión ciega de tu miembro. Lo libero y con la punta de mi lengua lo agito hasta que me sacude con un cachete simbólico en los labios. 
Tu respiración se para.
Se para tu mundo y yo lo domino.
Lo domina mi aliento que respira sobre tu glande. Lo domina mi saliva que gotea a lo largo de tu polla. Lo domina mi dedo, presencia invasiva que amenaza lo más oscuro e íntimo de tus prejuicios. “Me gustas”. Y ese susurro suena más provocador, pasional, pervertido y hermoso que si me hubieras devorado el ombligo eternamente, mi amor. Abro la boca en un fa mayor y te follo con tanta intensidad y ternura que tu fiebre es inmediata. Me inundo mientras me ahogas. Me pierdo en cada ascenso y descenso sólo guiada por tus manos que dirigen mi cabeza con armonía… Y nada como observar cómo tu polla crece de forma progresiva e incontrolada usurpando el espacio de mi lengua. 


Me tumbas cuando no puedes más… Ahora, tú de rodillas ante mí; yo, un altar blanco, impoluto, cierto, tembloroso. Escucho como te masturbas mientras te recreas en la imagen de mi cuerpo. Escucho tu respiración, la agitación de tus dedos que ahogan tu polla como si fuera yo misma: yo misma a cuatro patas, yo misma sentada en una silla y maniatada mientras me follas, yo misma pequeña y sumisa gimoteando mientras me penetras, yo misma empapada en litros de ti. Siento que estás cerca y devota espero tu esperma. No sé si será entre mis muslos, no sé si será sobre mi pecho de talco, o sobre mi pubis, o sobre mis labios entreabiertos… Ciega espero… Y en un estertor cálido de placer derramas sobre mi vientre un reguero de leche lácteo. Mi piel brilla, mi sexo se desinfla. Con suavidad me liberas de la venda que acallaba mi vista. Sonrío al verte, ver tu cara. “Mírame”. Y mediante círculos dibujas mi ombligo con la yema de tus dedos. Recoges algo de semen entre ellos... “Mírame”… se acercan hacia mis labios. Abrazo con mi lengua esa tibiedad, lamo la falange de tus dedos, disfruto del sabor y olor, del tacto dulce. Beso tu orgasmo. Has entrado en mi sueño. Has terminado dentro de mí.


Foto de Erotismo