martes, 2 de diciembre de 2014

Buscando mi centro



Estoy en la fase de escribir sólo de cabeza porque no sé si he de hacerlo en papel, si es en éste o en aquel blog, si quiero que me lean o si me dolería que nadie lo hiciera… Al final uno no escribe. O escribe sólo de aquello que escucha y se convierte en mera cacatúa.
Entonces, ¿por qué hacerlo hoy? Perdí mi centro, eso que te hace estar bien plantado en un lugar, que te permite crecer, tener cierta tranquilidad —que es lo contrario al peso—. Me desestabilicé y enfermó el alma… No en plan neurótico al estilo de los personajes de Woody Allen, ¡no! Fue todo mucho más vulgar: empecé a tener nauseas, a vomitar y no fui a trabajar. Mañana tendré que ir. Debo ir… y tengo que hacerlo fuerte. Es por eso que pensé que la única forma de recuperar mi centro era hacer un listado de cosas por las que pueda sentirme un todoterreno. Me avergüenzo de ello; parece terapia de autoayuda, rollo new age. Me avergüenzo de mi debilidad, de mi sensibilidad, de mi exceso de idealismo, de haber fracasado.

Hace años, más joven y con menos recursos para superar este tipo de situaciones, escribí un post de superheroína llamado Olvidadiza. Qué naïf me resulta; pero me ha llamado la atención ver que mantengo la actitud de querer vencer, de resolver las cosas, de pelear, luchar, enfrentarme a los malos… Todo lo que no sea batallar lo he considerado siempre impropio, de cobardes… Pero tengo cuatro años más y estoy aprendiendo a hostia limpia que mi energía no es infinita y que esto no va de ganar sino de sobrevivir… Justo hoy me escribió un amigo —a uno que metería gustosa en la cama para debatir de estos asuntos— y me decía: Te voy a recordar que el mundo no va a cambiar… a lo mejor te acabo de joder, pero así te quito presión. Me ha jodido, sí, porque ahora tengo que volver a buscar un papel —en el que encajen las gafas— pero creo que debo abandonar, de verdad, la postura de salvadora del mundo. ¿Girará mañana sin mí?


No sabía si escribir o si colgarlo este escrito para ser leído… He pensado que eso no importa. He recordado que mi abuela Dolores decía siempre que su nieta —es decir, yo— tiene el coño doble, el mayor de los honores en mi familia. Ese es mi centro… y es por eso, por mi coño, que subo estas líneas a este blog. Sin poesía, sin pasiones y sin demasiada reflexión.